Algunas situaciones o comportamientos arriesgados pueden favorecer la aparición y/o la agravación de la Osteoartritis. Es importante conocerlos, ya que se puede actuar eficazmente contra algunos de ellos.
Los micro-traumatismos repetidos
Las lesiones microscópicas, debidas a un uso excesivo, pueden traumatizar a las articulaciones y provocar la aparición de una osteoartritis.
Éste es el caso de algunas profesiones en las que las personas están sometidas a las vibraciones mecánicas y los golpes repetidos (ej.: usuario del martillo neumático, el conductor de máquinas de obras,…), o realizan gestos repetitivos como los operadores de introducción de datos, los pianistas, las costureras,... También se han descrito casos de osteoartritis de rodilla en las personas que trabajan a menudo en posición arrodillada (ej.: embaldosadores).
Los traumatismos articulares
Las fracturas articulares y los esguinces graves, especialmente los que afectan al ligamento cruzado de la rodilla, originan, a menudo, una osteoartritis cuyos primeros síntomas aparecen unos diez años más tarde. La práctica excesiva de deporte es una causa de osteoartritis precoz, sobre todo debido a los traumatismos repetidos (ej.: osteoartritis de cadera de los futbolistas).
La ablación total de un menisco de la rodilla (meniscectomía) provoca, en el 50 % de los casos, una osteoartritis que aparece entre 10 y 20 años más tarde. Por este motivo, hay que ser lo más parco posible cuando se propone una intervención quirúrgica en un menisco.
Las anomalías metabólicas
Algunas anomalías en el metabolismo pueden conducir al depósito de cristales microscópicos en las articulaciones. Éste es el caso de la gota (cristales constituidos de ácido úrico) y la condrocalcinosis (cristales de fosfato de calcio).
La repetición de crisis inflamatorias desencadenadas por restos depósitos favorece el desarrollo de la osteoartritis en la articulación concernida. Otras enfermedades metabólicas mucho más raras también pueden verse acompañadas de osteoartritis, como la hemocromatosis, que se caracteriza por una sobrecarga de hierro en el cuerpo, o la enfermedad de Wilson, debida al exceso de cobre.
El exceso de peso
La obesidad no sólo es un factor de predisposición a la aparición de la osteoartritis de rodilla, sino que también puede agravarla.
Favorece, así mismo, el desarrollo de una osteoartritis digital mediante mecanismos que aún no conocemos totalmente.
Hay una ecuación que le permite calcular su índice de masa corporal, cuyo valor normal se sitúa entre 20 y 25. El IMC de una persona es igual a su peso en kilos dividido por el cuadrado de su estatura en metros.
Por ejemplo, el IMC de una persona que pese 83 kg y mida 1,75 metros es igual a:
83 dividido por (1,75)²
es decir: 83 dividido por 3,0625 = 27,10
Por definición, se considera que una persona cuyo IMC sea superior presenta un peso excesivo.
Se habla de sobrepeso cuando el IMC se sitúa entre 25 y 29,9, y de obesidad cuando el IMC es igual o superior a 30.
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La menopausia
En las mujeres, la osteoartritis es más frecuente tras la menopausia.
Creemos que las hormonas sexuales podrían estar relacionadas, pero por ahora, ningún tratamiento hormonal sustitutivo administrado tras la menopausia ha demostrado tener algún efecto protector contra la osteoartritis.
La herencia
La herencia parece influir la osteoartritis. Numerosos estudio epidemiológicos ya han establecido que existe un carácter familiar para las osteoartritis de los dedos y las rodillas. Por este motivo, una mujer corre el riesgo de padecer osteoartritis de los dedos si su madre, o una tía materna o paterna, la tienen.
Las investigaciones genéticas han demostrado, en algunas familias, anomalías genéticas que intervienen en la fabricación de los elementos del cartílago.
Los problemas de la arquitectura de los miembros
Algunas anomalías del esqueleto y/o los miembros pueden originar osteoartritis.
Por ejemplo, se tiene que buscar sistemáticamente la luxación congénita de la cadera.
Una deformación del eje de la pierna puede constituir un factor favorable para la osteoartritis: éste es el caso del “genu varum”, una deformación frecuente en la que dos rodillas se separan una de otra.
El desplazamiento del centro de gravedad de la rodilla al interior aumenta las presiones internas de los cartílagos de la articulación entre el fémur y la tibia, y por lo tanto puede favorecer la aparición de una osteoartritis en este lugar.
Por el contrario, en el "genu valgum" (rodillas en forma de "X"), las rodillas se acercan una a otra y los tobillos se separan.