¿Para qué sirven?
Los antiálgicos, también denominados analgésicos, tienen la función de luchar contra el dolor.
Los que actúan en el mismo lugar donde se halla el dolor artrósico, es decir, la articulación, se denominan “antiálgicos periféricos”. Algunos anti-inflamatorios no esteroideos, en dosis bajas, también pueden utilizarse por su acción contra el dolor.
También existen otros que actúan en la forma en que el cerebro percibe el dolor. Se denominan “antiálgicos centrales”. Tienen una acción superior a los anteriores y tienen que proponerse, únicamente, si los antiálgicos periféricos no consiguen calmar el dolor.
Los analgésicos centrales "fuertes" no son necesarios casi nunca en la osteoartritis. Si el médico los receta, lo hará siguiendo unas reglas de utilización muy estrictas.
¿Cómo utilizarlos?
La toma de analgésicos debe adecuarse al dolor: si el dolor es permanente, se tomarán en varias veces, a intervalos regulares durante el día.
Las comidas no influyen en la eficacia de los analgésicos, y los podemos tomar en el momento más apropiado en relación con el dolor. Es usted quien, en función de la intensidad del dolor, ha de decidir cuándo le resultará más útil el analgésico.
¿Qué preocupaciones tomar?
En general, los analgésicos periféricos se toleran bien. Sin embargo, hay que tener cuidado con no superar la dosis máxima que le haya indicado su médico y que figura en la receta.
Aunque sean raros, los analgésicos periféricos pueden provocar efectos secundarios imprevisibles (trastornos del hígado, alergias, etc.), su médico los conoce y le recetará el medicamento más adaptado a su caso.
Les analgésicos centrales pueden causar somnolencia, nauseas, estreñimiento y vértigos. La utilización de estos analgésicos tiene que estar vigilada por un médico. Siga escrupulosamente la receta de su médico y no dude en plantearle todas las preguntas que tenga.
No asocie usted mismo dos analgésicos sin consultar a su médico, ya que en general es inútil y aumenta los riesgos de efectos secundarios.